*Cosmopolitismo: las calles de todas las ciudades forman una red internacional más vital que la red de las academias.
*Actitud ante la literatura como juego intrascendente, esteticismo. Abolición de los ornamentos, oscuridad rebuscada. Esquematismo.
*Ingenio: ingeniosidad y fantasía frente a la realidad. Aforismos. Culto a la novedad y a la sorpresa.
*Sentimientos: deshumanizan el arte obliterado todas las fuentes del sentimentalismo. Destruían el “yo”. Horismo.
*Feísmo: desorden, estrafalario, chocante, anti-bello.
*Morfología: lengua no comunicativa, el letrismo, la jitanjáfora y caligramas.
*Sintaxis: destrucción de la sintaxis. Palabras en libertad. Se tachaban los nexos, las frases medianeras.
*Métrica: abandono de los moldes eutróficos, de la rima, de la medida, del ritmo. Prosaísmo.
*Temas: exclusión de lo narrativo y anecdótico.
*Imaginismo: la metáfora.
Movimientos de Vanguardia en Latinoamérica
En tanto que el romanticismo, el realismo, el naturalismo y el simbolismo llegaron con cierta lentitud al Nuevo Mundo, y hasta tardaron décadas en algunos casos, los movimientos europeos de Vanguardia de los primeros treinta años del siglo xx encontraron un eco casi inmediato en los centros urbanos más desarrollados de Latinoamérica.
El proceso de asimilación y metamorfosis de los modelos comenzó a realizarse en la fuente y por escritores que no solo fueron espectadores de esos movimientos. Estos escritores hispanoamericanos encararon el fenómeno de las Vanguardias con una originalidad en que no faltaba el enfoque paródico o la lectura carnavalesca. Para ellos, el futurismo, el cubismo, el dadaísmo, el expresionismo y, más tarde, el surrealismo fueron menos escuelas cerradas y fiscalizadas por líderes apocalípticos (Marinetti, Tzara, Bretón, por ejemplo) que opciones abiertas al escritor Latinoamericano.De ahí que las Vanguardias de la vieja Europa llegaran a la América en una versión singular que asumía distintos nombres (ultraísmo, creacionismo, estridentísimo) de polémica inserción en un concepto europeo. Una vez más, América practicaba sistemáticamente la carnavalización cultural. Para el escritor latinoamericano testigo y, a veces, hasta actor en las Vanguardias europeas la tarea principal era recoger no lo que había de singular en cada uno de aquellos movimientos, sino lo que ellos tenían de búsqueda de una estética de la cultura emergente del siglo. Al margen de sus singularidades el cubismo fragmentaba la sintaxis de la obra de arte; el futurismo y el dadaísmos minaban el concepto mismo de obra poética; el expresionismo insertaba su poesía en el conflicto edípico que desgarraba la piel política de la Europa de la hecatombe de 1914, esas Vanguardias tenían un propósito común: liberar las artes y las letras del peso muerto de las Academias, Liceos, Universidades, Museos y Bibliotecas.Sobre la ruina de una cultura humanística, eurocéntrica, que reconstruye una utopía cultural grecolatina a partir del Renacimiento, en las Vanguardias del siglo XX se buscaba una libertad que les permitiese el acceso al nuevo mundo creado por la segunda revolución industrial, ya posible en el papel, si no en la fábrica. Lo que los unía era la Modernidad, concepto que no debe confundirse con el modernismo finisecular dominante en Latinoamérica y España en la transición de un siglo a otro y es el último movimiento del siglo XIX. El artista de Vanguardia buscaba destruir de una vez por todas las servidumbres con respecto a la representación mimética de la realidad: ese ídolo de la burguesía victoriana que habría de emerger (después del estallido de las Vanguardias) convenientemente disfrazados de arte socialista o academicismo fascista en la horrible época del intervalo entre las dos guerras mundiales. Lo que era común a las Vanguardias era la propuesta de un arte libre en una sociedad.
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